El balón, después de aquella triste despedida en el Monumental -un 10 de noviembre del 2001- se había quedado adormecido, tendido en su lecho, abrigando en su regazo el desconsuelo y
palpitando su obligada resignación, porque el genio, el Dios vestido de barrilete cósmico, se había ido para siempre de los campos de fútbol, ya no acariciaría mas su esférico rostro, con ese botín mágico, inconmensurable y maravilloso, ahora no había mas razones para seguir existiendo, porque el placer de su propia subsistencia, solo había llegado a su clímax cuando el Diego, lo hizo rodar alegre por el césped, con esa autoridad divina que dominaba a su antojo su elíptica forma.
Ese balón que decidió quedarse dormido eternamente, estaba perdido en el olvido, hasta que la otra noche vinieron por él, el hombre lo tomo en sus manos y lo abrazó con nostalgia, le dio aire y pudo divisar una dedicatoria casi borrosa que parecía una mancha... “Diego (10)”. Recordó que aquel balón lo había recibido de las manos del propio Maradona, el día de la despedida, pero esta vez nadie iría a darle pataditas, jugarse un partido completo. Esta vez el balón y su dueño tenían un destino diferente.


El hombre se posó frente al Sanatorio Güemes, llevaba la camiseta Argentina, la de Maradona, con el N° 10 en la espalda, una estampita de la virgen María y el balón autografiado bajo el brazo, casi en silencio se unió al coro de plegarias de la gente allí apostada, con suavidad posó su mano por el balón y recordó con melancolía aquella frase de “la pelota no se mancha...”, él sentía diferente, su balón si estaba manchado, quizás con la firma del Diego que casi no se distinguía, pero ello era también una metáfora, para con ese intrépido actuar del ídolo y la desfachatada forma de perderse en el desenfreno, el abuso del alcohol, la adicción a la cocaína y su caso omiso al peligro, lo viene arrastrando a una inminente autoeliminación,
El hombre que ya pintaba canas rezaba en silencio, aprisionando la estampita y su balón manchado, trataba de esconder una traviesa lágrima que le surcaba el rostro y que le venía desde el alma :


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