viernes, 8 de mayo de 2009

Madre, la mejor creación

En el génesis de nuestra existencia, Dios, tuvo siete días para crear el cielo, la tierra y el firmamento. Tuvo su día de descanso, y en ese dormitar de su agotamiento ante tanta obra maravillosa, se echó a dormir en silencio. Sus ojos se fueron cerrando y su respiración se hizo mas pausada, un agradable adormecimiento le vino al subconsciente y sin darse cuenta se había dejado llevar por el amodorramiento del cuerpo, para solo darle cabida a un sueño sublime y encantado.

En su sueño, veía su creación portentosa y recreaba la inmensidad de los mares y la grandeza de las montañas, con la gracia de los animales y la belleza de las flores. Había un vacío entre tanta hermosura que solo podía llenarlo con algo que personifique su imagen y semejanza. Cuando despertó, tomó el polvo de la tierra y en un soplo mágico y portentoso, le dio vida al hombre, que fue perfecto desde que abrió los ojos, con fortaleza y virtudes de un ángel, para dominar su creación y para ser quien la habite y la haga fructífera. Pero lo vio tan solo que decidió dormirlo en un letargo fugaz y de una de sus costillas, hizo la creación perfecta de su compañera y le dio el nombre de mujer. Había nacido la pareja, el hombre y su fuerza protectora y la mujer con su belleza y la nobleza de sus virtudes más admirables.

Pero el hombre y la mujer, no pudieron resistirse al pecado y aquella vivencia primorosa en el edén, duró tanto como unas cuantas puestas de sol. El ángel del mal, se interpuso ante tanta perfección junta y todo el sueño del Todopoderoso, se hizo una alucinación infausta, que desfogó con tanta furia contra el hombre, como el mismo amor con que fue creado. El hombre y la mujer fueron echados a la tierra solitaria. Él se tendría que ganar el pan, con el sudor de su frente y ella sufriría para parir a sus hijos.

Pero Dios, tiene demasiado amor y bondad en sus sentimientos y a pesar que el hombre siempre lo abandona y se acuerda de él, solo cuando lo necesita, él siempre lo recibe en su regazo, lo abraza y lo consuela cuando se siente solo, lo mima con cariño y lo perdona, en cada vez que arrepentido o no, el hombre acude ante su presencia. Dios es justo de actitud y honesto de pensamiento, se dio cuenta que el hombre que había creado, no había sabido utilizar la fortaleza de la que estaba dotado, lo había sentido débil muchas veces y endeble para el sacrificio. Entonces le dio un soplo bendecido a la mujer y la hizo MADRE.

Desde entonces, ella ha asumido aquella fuerza que le sale de las entrañas y aquella forma sacrificada de darse entera por sus hijos. Aquella sapiencia para asumir, muchas aptitudes al mismo tiempo y esa entereza para superar los más penosos de los problemas. Ella ha sabido armonizar en su espíritu, la bondad y el amor, con esa fortaleza que la hace fuerte ante el sufrimiento y la hace inmune ante la adversidad. Tiene tatuada en el alma la insignia del valor y corren por sus venas ríos de sangre caliente que alimentan y engrandecen su corazón.

Esta mujer, no ha perdido su encanto y su belleza entera, para darse íntegra por sus ideales, para duplicar sus esfuerzos, cada noche, cuando nuestro sueño se interrumpe y en cada abrazo consolador que nos apacigua nuestras angustias. Esta mujer, como MADRE, ha cumplido el mandato divino de su creador de hacerse grande en las dificultades, de hacerse sabia en las decisiones y ser la eterna compañera para este hombre, que ante su presencia, se hace débil y se siente desorientado. Esta mujer, que alguna vez decidió dar parte de su vida misma, para darnos a nosotros los hombres, la dicha eterna de convertirnos en padres y la satisfacción de ver crecer a nuestros hijos.

Esta MADRE que un día sometió todos sus dolores y sufrimientos, para refrendarnos en el pecho que, para que nuestros hijos hoy estén vivos, ellas tuvieron que morir un poco y para cumplir con su papel fueron mucho más fuertes y valientes que cualquier pretencioso varón que se crea valeroso por el simple hecho de haber nacido hombre.

Dios, tuvo un día de descanso, por tanta maravilla de la tierra, el mar y las estrellas, pero el día que despertó seguro que lo hizo inspirado, porque hizo al hombre y también a la mujer, pero de seguro, que el día que creo a la MADRE, fue el día mas iluminado de su vida y es lo mejor que haya brindado a la creación del propio universo.

Por eso un día al año es insignificante para demostrarles nuestro eterno respeto y consideración, pues cada día que amanece estaremos agradecidos a nuestro supremo creador, por estar vivos y de haber nacido gracias a una MADRE. Esa viejita, que con su años en la espalda y sus pesares en el alma, aún aguarda por nosotros, hombres al fin, que caminamos con nuestro rumbos trazados, pero que cada vez que la volvemos a ver, sentimos nuevamente el calor de su regazo, la bondad de sus caricias y la paz que nos brinda su beso en la frente cuando toca aquella despedida, que no sabemos si sea la última, pero que nos deja siempre una espina en el corazón, cuando la vemos alejarse. Quizás algunas estén con nosotros o quizás algunas hayan partido al seno del señor, pero en nuestras vidas, este día se hace tan especial, aunque sea tan bizantino, para enaltecer tamaña grandeza.

martes, 5 de mayo de 2009

Cristina la de los dieciseis

En el salón de clases, todos esperábamos terminar el examen de matemáticas, porque después nos tocaba Educación Física y queríamos ir apurados al estadio. Aunque era el examen de gimnasia, yo estaba entusiasmado, porque estaban probando a los posibles jugadores que integrarían la selección de fútbol del colegio. En la carpeta, Juan Carlos -mi amigo mas cercano- tenía una cara de fastidio. Se acercaba su cumpleaños y no había recibido aún, el disco que su tío Manuel, le había prometido enviarle desde EEUU.

Juan Carlos antes de cumplir los 15 años, ya tocaba la guitarra y era un fanático del Rock, pasión que heredó de su tío Manuel, un músico que se fue a seguir su carrera en Norteamérica y continuamente le enviada discos, que nosotros recién conocíamos después de meses o años inclusive. Tenía en su casa un equipo moderno y no faltaba la música de The Beatles, The Doors, Led Zeppeling, Slade, Deep Purple, Rolling Stones y especialmente de KISS, una banda de personajes pintarrajeados, que él había hecho su preferido. Era mi mejor amigo. Él amaba el rock, yo amaba el fútbol. Él andaba perdido en el limbo musical y yo era feliz convirtiendo un gol. Él caminaba con sus discos bajo el brazo y yo con mi balón gastado. Siempre visitaba su casa, pero recién pude hacerme amigo de sus padres, el día que cumplió 15 años su hermana Cristina, a quien él cuidaba con recelo.

Aquel sábado, era su cumpleaños y temprano, decidí ayudarlo a colocar las luces (una fiesta sin luces, no era fiesta), su hermana me abrió la puerta y Juan Carlos, muy apurado me jaloneo a un costado.

-Quiero que escuches algo- me dijo entusiasmado, enseñándome la tapa del disco ALIVE de KISS, que contenía temas en vivo de anteriores álbumes.

El sonido agudo y punzante de sus guitarras, junto al eco intenso de su batería, se apropió de mis sentidos musicales, él disfrutaba cada tema, asemejando que tenía una guitarra en sus manos y yo, estaba trepado en una escalera, amarrando las luces, con la música de fondo. De pronto sonó el “Rock'n Roll all nite” que me gustaba mucho, era una versión en vivo, que me cautivó enseguida. Estaba haciendo una pirueta de adolescente ganso, cuando pude divisar a su hermana Cristina, que seguía el ritmo con suaves movimientos y se alejó sin dejar de moverse armónicamente. Yo baje la escalera apurado, golpeándome torpemente los tobillos.

Nunca había reparado en lo linda que era Cristina, hasta que la vi en la fiesta. Esa noche, tenía puesto un polo blanco con ribetes fosforescentes y las luces de neon, resaltaban sus preciosos ojos verdes. A lo lejos, la vi bailar por primera vez. Se veía diferente, tan dulce y salvaje a la vez, moviendo su cabello ensortijado de manera irreverente. Estaba con sus amigas del colegio y entre tanto adolescente con las hormonas encendidas, casi ni pude hablar y menos bailar con ella. Con las justas pude despedirme. Aquella noche, yo conocí a una chica, de ojos grandes y piel blanca, que me impactó demasiado, era linda, muy linda, pero no tanto como Cristina.

Una tarde, Juan Carlos y yo estábamos sentados en la puerta de su casa, escuchando el disco de KISS. El trataba de encender un cigarrillo, yo tenía la tapa del disco en mis manos. Casi de noche, llegó Cristina con sus padres del cine. La vi mas linda que nunca. Tomó la tapa del disco y se sentó junto a nosotros. Cada vez que sonaba una nueva canción, ella, seguía el ritmo, moviendo su cabello y rozando adrede mi pierna. Yo, un jovenzuelo timorato e inexperto, me sentía seguro en una cancha de fútbol, pero al lado de ella, me sentía turbado, excitado y solo atinaba a sonreír nervioso.

De tanto escucharlo, me había hecho parte del ejercito imaginario de KISS. Mi ropa dejó de ser deportiva y cambió por una de color oscuro y desgastado. Mis amigos del fútbol, quedaron rezagados y mi cabello se hizo mas largo. Entre discos de rock y sobre todo de KISS, fuimos conociendo su historia, su música y éramos sus fieles seguidores. Yo visitaba a Juan Carlos, para escuchar a KISS, pero también, para ver a Cristina. Cada vez que la veía, un extraño cosquilleo me inquietaba las entrañas y si algún amigo se acercaba a ella, profesaba en mi, un rencor insensato, que me hacía conocer lo que eran los celos. Me sentía atraído por ella, pero tenía miedo de que su hermano se enojara conmigo, pues sabía que era demasiado celoso con su “hermanita”, como él la llamaba.

Pasamos un día de playa en La Herradura con los amigos. Por la noche estaríamos en el cumpleaños de Marcela, una amiga de Cristina, de la cual Juan Carlos se sentía muy atraído, pero al igual que yo, no se atrevía a decírselo. El me pidió que lo ayudara

-Tu escribes bonitos poemas- me dijo, -hazme uno bien bacán para regalárselo.

Yo, lo escribí pensando en Cristina y tanto le gustó a Marcela, que Juan Carlos y ella, terminaron esa noche siendo enamorados.. Esa noche pude bailar con Cristina y cuando regresamos a casa, Juan Carlos me encargó acompañar a su hermana. Cuando me despedí de ella, le tomé su mano y acaricié su mejilla, dejó que le diera un beso en los labios y solo atinó a sonreír nerviosa, cerró su puerta y alcancé a verla, cuando me miraba sonriente por su ventana. Lo que quedó de la noche, no pude dejar de pensar en ella.

Los días de colegio ya habían pasado. KISS había sacado el álbum DESTROYER y ROCK’N ROLL OVER, Cristina y yo nos veíamos a escondidas y entre rock y fútbol, éramos dos tímidos adolescentes, que compartíamos un sentimiento tierno, aún desconocido como inusitado. Luego vino el álbum llamado LOVE GUN, en él estaba incluido el tema “Christine Sixteen”. Desde que lo escuchamos por primera vez, sentimos que fue una hermosa coincidencia y se convirtió en un cántico efervescente para los dos, era la canción que mas nos gustaba y disfrutábamos con nuestro grupo, que se hizo numeroso. Éramos unos jovenzuelos locos, que solo hablábamos de rock y de fútbol.

Fue una fiesta de Hallowen, la primera vez que nos pintamos como los personajes de KISS. Juan Carlos fue el Starman y acudió a la fiesta incluso con su guitarra decorada, Víctor, su primo, fue el gato y Cristina hizo de la estrella. Yo era el Demonio. Aquella fiesta fue inolvidable, con la música de KISS, acompañaba a Juan Carlos con una escoba y me alucinaba que era el mismísimo bajo de Gene Simmons. Nos volvimos a pintar otras veces, para participar de actividades organizadas por colegios o el cumpleaños de algún amigo. Fue en una de esas veces que Juan Carlos, descubrió que su hermana y yo éramos enamorados. Su sonrisa sincera, echó abajo todos nuestros temores.

La última vez que vi a Cristina, ya habían pasado muchos años, ella estaba embarazada de su segundo hijo y yo aún no definía mi futuro sentimental. Juan Carlos se había marchado unos años antes a vivir a EEUU junto a su tío Manuel y pronto Cristina y su nueva familia les darían el alcance. El destino nos marcó distintos caminos y señaló nuestras disparejas realidades, Aquella vez nuestras miradas fueron distintas, quizás con algún rasgo de melancolía, pero concientes que el tiempo se había llevado nuestros años y con ellos se fueron nuestras vivencias adolescentes, tan inolvidables y tan lejanas del pensamiento, pero que podíamos recordarlas con una sonrisa limpia y desprendida.

Hoy, estoy con la cara pintada de Gene Simmons, parado al pie del escenario donde acaba de terminar el concierto de KISS, mirando los fuegos artificiales que explotan en el cielo, como un tributo a mi inmensa alegría. Aún me cuesta creer que todo esto haya sido tan real. Tuvieron que pasar más de 30 años para poder verlos en vivo, en mi casa, en mi país. En cada canción he recordado mis vivencias juveniles, cuando jugábamos a ser como ellos, aquellas veces que nos metimos al cine a ver su película solo por escuchar su música y salir tan complacidos de ser sus fans privilegiados. Aquellos tiempos, cuando aprendimos a sentir una pasión especial por el Rock and Roll y aquellos momentos, cuando con Cristina, compartimos juntos, el “Christine Sixteen” que tanto nos gustaba.

En algún momento del concierto alguna lágrima traviesa, humedeció mis ojos, porque sentí un estremecimiento en el alma, cuando el papel picado volaba por los aires, en ese “Rock’n Roll all nite” que remeció mis sentidos y golpeó tan fuerte a este ya cansado corazón, que se sintió feliz de volver a ser joven otra vez, aunque sea por unas horas, aunque sea por unos minutos. Total, de aquí a la eternidad, será imposible que vuelva a tener 16 años, pero que placentero, resulta volver a vivirlos tan intensamente.

viernes, 17 de abril de 2009

KISS La noche mas caliente del planeta

Hay ocasiones en que los recuerdos, se vuelven al presente de una manera tan real, que pareciera insignificante el tiempo que haya transcurrido, las huellas que se han dejado atrás y a veces hasta la misma realidad que uno pueda estar viviendo. Hay ocasiones en que uno solo atina a cerrar los ojos y dejar que el volumen suba al máximo, para dejarse envolver por ese sonido que viene desde el infinito y logra estremecer el alma y acelerar el corazón a la velocidad máxima.

Cuantos años, días y horas esperamos esta noche. Cuantas noches tuvieron que pasar para esperar que llegara la que era especial, la que recordaríamos siempre, la que nos deje un recuerdo imborrable y se quede tatuado para siempre en nuestros corazones. Desde que el sol rayaba en la mañana, había una extraña sensación, como si presintiéramos que algo bueno ocurriría. Cuando llegó la hora, dejamos atrás nuestras obligaciones, nuestras preocupaciones y marchamos en busca de la euforia y el embeleso. Era la hora de darle encuentro a los buenos amigos, aquellos de nuestro mismo lazo sanguíneo, esos locos divertidos que sienten corriendo por sus venas rios interminables de sangre pintada de rock and roll. Era la hora de ponernos el maquillaje y darle encuentro a esos amigos entrañables, que cada día se inventan una buena excusa para ser cada vez mas felices.


Que importa si existen otros gustos musicales o exista algún tipo de comparación. Que importa si somos jóvenes o viejos, o talvéz queramos asemejarnos con algún personaje en extinción. Que importa si ayer fue Maiden, Gabriel o Waters, o si mañana es B52's, AC/DC o Rooling Stones y tampoco me importa si estaré con vida. Esta era la noche de KISS, nuestra noche, la que esperábamos con ansias locas que ese bendito telón negro se viniera abajo y dejara ver a Gene Simmons y su hacha diabólica, transformada en bajo armónico, emergiendo de las tinieblas para blandear su lengua como serpiente letal, arrojar fuego como dragón tenebroso y salivar sangre como vampiro endemoniado. Brindarnos un comienzo de un Deuce que se sintió mas bello e impactante que nunca y hacernos saltar hasta el cielo con el Rock’n roll all nite. Dejar que el glamur y la voz, aunque cansada, aún vigente, de Paul Stanley, nos conquiste los sentidos, para hacernos vibrar y sucumbir al frenético Lick It Up y fulminarnos con ese Detroit Rock City final. Abrir los oídos al máximo para sentir retumbar los tímpanos con esos redobles de la maravillosa batería de Eric Singer y dejarnos envolver por esos acordes inmortales del sonido estremecedor, interplanetario y mágico de Tommy Thayer que nos rasgaba las entrañas.

Aun me resulta imposible, dejar de agitarme, al recordar los momentos vividos, en una noche ardiente, aún hoy la brasa sigue ardiendo, el fuego no se consume, sigue encendida la pasión y en cada foto, en cada video que repaso, la nostalgia aún no se hace espacio, porque aún no se hace recuerdo lo vivido, aún está vivo y queda tiempo para seguir recordando este maravilloso concierto.

Cuantas noches tuvieron que pasar, para que llegara esta noche inolvidable. Cuantos años dejamos en el camino de nuestras vidas y cuantas horas esperamos para disfrutar una noche hasta el éxtasis. Cuanto tiempo pasó y cuanto tiempo pasará, para que podamos volver a tener una nueva oportunidad de compartir con los buenos amigos, de una noche como esta. La noche mas caliente del planeta.

(Este es un video que pude filmar en esa noche inolvidable)