sábado, 14 de junio de 2008

Los padres ausentes

Es sábado por la mañana y el sol se ha posado de manera coqueta en la ventana de mi cuarto, en la TV está hablando un psicólogo sobre una noticia que me llama la atención. Edson Arantes do Nacimiento o “Pelé” –dice el doctor con un gesto de experto conocedor del tema- con toda la popularidad que le dió el fútbol, tuvo que ponerse frente a la prensa mundial, para aceptar que su hijo Edinho, su engreído, debía purgar condena en la cárcel por trafico de drogas -un video con fotos acompaña sus palabras- el Rey del fútbol –pone énfasis- se vio obligado a confesar, que en su vida obtuvo la fama y el dinero que quiso, tiene los amigos mas influyentes y viajó por el mundo entero, pero lo único que nunca tuvo, fue TIEMPO –vuelve a resaltar- para brindarle a su hijo.

Refugio mis ojos en la mirada apesadumbrada del ex futbolista, pienso por un instante como a veces ni el dinero puede solucionar temas que aparentan no tener importancia, pero que marcan para siempre nuestras vidas de padres.

Me levanto despacio y voy en busca de Franco, mi hijo mayor.

-Hola fiera, ¿cómo dormiste?-
-Bien papá- me responde con sus ojitos aún adormitados
-Levántate, acompáñame a trotar un rato al parque, compramos de pasada el pancito para el desayuno- le digo destapándolo un poco.
-No papá, anda tu solo- me suelta su frase con desgano
-Vamos hijo, no seas flojo, hace un rico sol- lo apuro para sacarle una sonrisa
-No papá, mas tarde, tengo sueño- me dice fastidiado y tapándose la cara abrumado.

Me retiro un poco incómodo, Sergio, mi hijo menor, está durmiendo profundamente, decido no despertarlo. Cuando voy por el parque, algunos padres juegan con sus hijos -ninguno pasa de los 6 años- y recuerdo cuando los míos tenían esas mismas edades y les satisfacía caminar de mi mano. Pienso en el tiempo que se fue pasando tan rápido, hoy Franco ya tiene 12 años y ha comenzado a independizarse en sus ideas y su comportamiento, talvez no de la manera como hubiera querido, pero trato de entender que es parte de la edad y los tiempos modernos que vivimos.

Sentado en una banca está Pepe, él es médico y tiene un hijo de la misma edad del mío, Pepe es pediatra y hoy tiene una niña hermosa de tres años, ha salido al parque temprano y descansando su alegría, se divierte mirando correr a su pequeña, me invita a sentarme a su lado.

-Hermano, los chicos de hoy ya no son los de antes- me dice, cuando le comento algunas cosas de mis hijos que resultan comunes entre nosotros.

–Antes nuestro hábitat estaba en la calle, allí nos ensuciábamos la ropa y aprendimos a cuidarnos solos, hoy el ambiente de ellos está cercado entre cuatro paredes, sus mejores amigos son la computadora, la TV y el Play Station, son otros los tiempos y me preocupa que sin damos cuenta, estamos criando niños sedentarios y futuros adultos con problemas de salud-

Comentamos que los padres requieren de tiempo disponible y también demasiada paciencia para sobrellevar el crecimiento de los hijos. Su hermano Alberto, que es psicólogo, alguna vez nos dijo, que los padres de hoy se separan en dos sectores: Los que creen ser buenos padres y los que pretenden ser comprometidos, mientras que el primero predica la orden como evangelio y hace sentir su autoridad, el otro asume la flexibilidad como argumento, delega responsabilidad y se hace amigo de su hijo. Pero en ese intento, a ambos les falta tiempo y no se percatan en que momento, se genera una distancia con ellos.

Cuando conocí a Henry, un amigo entrañable, ya tenía a Gabriel, su engreído, que hoy anda por los 17 años. Siempre admiré lo dedicado y amoroso que era con su familia, pero los azares del destino les golpearon sus vidas y hoy se encuentra divorciado Su hijo Gabriel vive en España con su madre y la última vez que pudo verlo, ha sido hace 4 años cuando viajó a visitarlo por navidad. Hoy el vínculo mayor que Henry puede transmitirle a su hijo es a través del Internet, casi todas las noches se conectan virtualmente por el Messenger en una rutina que logra disipar las preocupaciones, pero que no consiguen llenar el vació espiritual y físico que le queda en el cuerpo, cada vez que apaga el computador.

-Anoche lo llamé por su cumple y le dije cuanto lo quiero, cuanto lo extraño, pero él, lejos de hacerme sentir contento, solo estaba preocupado por terminar de charlar rápido conmigo, para irse a una fiesta con sus amigos-
-Es que Gabriel ya es un jovencito, casi un hombre- le digo calmando su insatisfacción
-Si, quizás antes era diferente, pero te confieso que eso me afectó mucho-
-Lo entiendo, debe ser complicado ver como tu hijo crece lejos de ti-
-Al menos tu tienes a tus hijos cerca, a mí me duele mucho no estar a su lado, justo ahora cuando se va haciendo hombre-

Hace cinco días que mi hijo Franco no ha dormido en casa, ha tenido que ir a un convivio del colegio y es el tiempo más largo que ha pasado lejos de nosotros, su madre ha disimulado su arrebato cobijando sus afectos desmedidos con Sergio, nuestro hijo menor, así han sobrellevado la ausencia con tranquilidad. Es viernes y he salido del trabajo para encontrarlo en casa de regreso, antes lo llamo por teléfono para saludarlo, pero sus respuestas son escuetas e inmutables. Cuando llegamos a casa, lo encontramos cansado, su abrazo resulta abreviado y lo poco que nos habla, lo hace más para complacernos, porque ya no desea mas interrogatorios. A la mañana siguiente, se despierta de mejor ánimo, nos cuenta con detalles como la pasó fuera de casa y compartimos una charla familiar muy amena.

-Hijo, quiero que sepas, que tu madre, tu hermano y hasta Reynita –nuestra mascota- te hemos extrañado mucho, pero esto es el inicio de algunas cosas que son parte de tu crecimiento-
-Si papá lo entiendo- responde lacónicamente
-De verdad que te echamos mucho de menos- le digo mirándolo a los ojos
-Yo también los extrañé, porque aunque estuve con mis amigos, ustedes son mi familia- me responde

Me quedo pensando que debo acostumbrarme a sus cambios de estado de ánimo, tan recurrentes y perturbadores. Creo que de alguna manera estamos preparando el camino, para cuando nuestras ausencias se hagan mas largas y la distancia, se convierta en esa barrera imaginaria que se oponga a nuestros deseos de querer estar cerca y compartir nuestras vivencias.

Hoy encontré a Miguel, un amigo de la infancia, me hablaba de sus hijos adolescentes. Miguel labora para una empresa transnacional de renombre y aún cuando hoy tiene una buena remuneración, siente que el dinero y la buena posición, no le han podido devolver el tiempo que perdió, cuando por lograr un ascenso, se pasó muchas horas dedicadas al estudio y el trabajo.

-Siempre llegaba a casa tarde y los encontraba durmiendo, cuando quería aprovechar un fin de semana tenía clases y se pasaban muy rápido- me dice él, reflejando en sus ojos una nostalgia que me llama la atención.
-Bueno la vida de hoy exige eso y a veces se deben hacer muchos sacrificios-
-Si pero yo me pregunto: Quien te devuelve ese tiempo que no compartiste con tus hijos?-
-Creo que los padres hacemos todo lo posible por darles bienestar-
-Seguro, pero estos tiempos que vivimos, son diferentes a nuestra época hermano, ahora mi hijo solo sabe pedirme cosas y al igual que mi hija ya andan con enamorados, el trabajo no me da tiempo para estar mas cerca de ellos y casi no obedecen a su madre-
-Siempre el tiempo es el factor primordial- le digo notando preocupación en sus ojos
-Así es hermano, ellos tienen todo, pero te confieso que a veces, me siento tan ausente de sus vidas-

Es muy serio el papel que nos toca a los padres hoy en día. Como hijos que fuimos quizás añoremos aquellos días en que nuestra infancia y luego nuestra adolescencia fue románticamente compartida, cuando mirábamos la novela o el fútbol en el único televisor de la casa o cuando salíamos a jugar en la calle y regresábamos para la hora del almuerzo con el sudor y la ropa impregnada de esa satisfacción de sentirnos libres y felices. Hoy soplan otros vientos, nuestros hijos viven una época distinta, con medios tecnológicos propios de la modernidad, que los alejan del valor sentimental de las cosas, coexisten saturados de mensajes alienantes que tienden a tornarlos algo indiferentes para con el sentimiento. Quizás allí radique nuestra lucha diaria como padres y se requiera darles todo el afecto posible, para que se sientan queridos y respetados, pues debemos aceptar que durarán cada vez, menos tiempo a nuestro lado.

Por más cerca o lejos que estemos de sus vidas, existirá un momento en que nos sentiremos alejados de su presencia, ellos como hijos intentando mostrarnos su independencia y nosotros como padres, queriendo revertir las circunstancias, quizás cuando decidamos hacerlo, ellos hayan crecido demasiado rápido y se habrán marchado lejos. Quizás la distancia puede ser física, pero ese tiempo que siempre nos falta, sin quererlo siquiera, podría convertirnos en padres ausentes, aun teniendo a nuestros hijos cerca.