miércoles, 5 de diciembre de 2007

Diario de una tortura llamada fiesta brava

Hoy me he despertado cansado y muy adolorido. Anoche unos hombres vinieron hasta donde estaba encerrado y me cosieron a palos. No entiendo cual ha sido la razón, solo los vi llegar, apurados y enfervorizados. Se colocaron tras la reja y amarraron mis cuernos y mis patas, no tuve ninguna escapatoria, me dieron de alma. Han saciado un odio enfermizo, que no concibo la causa o razón para lastimarme sin compasión. He visto mucha ira en sus ojos, no pude gritar de dolor porque tenía el hocico atado y todo lo que me salía de entre las entrañas, era una indignación atribulada por tanta violencia injusta.

En esta celda que me tiene cautivo, no pude conciliar el sueño y lo poco que pude dormir lo hice intranquilo. He recordado con melancolía esas lindas y extensas praderas verdes, donde podía perder la mirada en el horizonte limpio y sereno, para retozar feliz y libre a mi antojo. Sentir la brisa de la tarde que me tocaba el hocico como una caricia y pasear orgulloso de mi casta, de mi estampa y mi bravura para la lidia. Ayer cuando me trajeron, mis pequeños becerros, estaban recién adormitados, los he visto alejarse y mi instinto me dijo que ellos aprenderán a cuidarse solos. Los hombres que nos atendían en el prado, intercambiaron monedas con gente extraña y me embarcaron en un desgastado camión, en un viaje que nos ha traído a este lugar que no conozco, tan sombrío y tan insólito.

Hay un bullicio extraño allá afuera, han abierto la puerta y los mismos hombres que me golpearon, han venido otra vez. Muestro mi enojo con bramidos e intento alejarlos, pero esta celda no me deja moverme, estoy atrapado entre el dolor y la impotencia. Cuando he intentado recobrar mi energía, he sentido un pinchazo en el lomo que me ha lastimado, pero soy un toro de casta valiente y trato de arremeter con furia. Miro alrededor desorientado y solo alcanzo a oler mi sangre que rueda por mi lomo, mientras los hombres empiezan otra vez a molerme a palos, se ríen cuando perciben mis resoplidos y no sé porqué insisten en hacerme tanto daño.

Están pegando un cartel en mi celda, percibo que me han puesto un nombre, puedo escuchar que me llamarán “Negrito”. Siento dolor por todo el cuerpo y los hombres me están limpiando la herida. El chorro de agua me viene bien. El ruido allá afuera es cada vez mas fuerte, mis hermanos que vinieron conmigo han pasado por lo mismo y estamos con mucha furia, pero tenemos mermada la energía. Los bramidos se hacen eco y cada vez suenan mucho más fuerte, es señal que estamos enfadados. Los hombres se han acercado a mi celda y parece que la quieren abrir, tengo mucha furia en el alma y solo quiero salir a arremeter con violencia, a todo lo que mis ojos me dejen ver y mi instinto me pueda guiar.

La puerta se abrió y al sentir el golpe en mi trasero, he salido brioso a una plaza, hay unos hombres de trajes multicolores que abanican con destreza unas capas de color sangre que hace enfurecer mis arrebatos. El hombre a quien gritan torero, se ha dirigido hacia mí y me recibe mostrándome el color de la violencia. He cerrado los ojos y embestido con ímpetu, mi hocico se enterró en la arena. Aquel hombre es diestro porque no he podido acertar. Lo veo saludar a la gente que llena la plaza, lleva en sus manos una espada que los rayos del sol radiante enceguecen lo poco que pueden ver mis ojos. Nuevamente voy al embiste, esta vez cuando volteo, hay un hombre detrás que viene montando a caballo, con una larga espada amenazante en sus manos. Cierro los ojos y le voy encima, he sentido un pinchazo espantoso, que me ha partido el lomo en dos. Empiezo a sentir que mis impulsos se van minando, el hombre arremete con furia y mi fortaleza se ha visto minada sin remedio. Otro hombre ha aparecido con dos banderillas para distraerme, le voy encima y hábilmente me las ha clavado en mi cuerpo, así lo ha hecho otras dos veces y al moverme, me empiezan a desgarrar la piel. Empiezo a sangrar profusamente, estoy muy furioso, pero siento que me voy quedando sin fuerzas.

El torero, ha cambiado su capa, ahora es una totalmente de color sangre. Mi furia ha disminuido y mi arremetida es más lenta, el torero me lleva al centro y allí trato de embestirlo, la gente grita enervada y puedo sentir su furia hacia mí. Al torero lo aplauden en cada ataque, yo cada vez me siento peor, la sangre que estoy perdiendo a borbotones, me está haciendo desfallecer. Pareciera que cuanto mas me trastea este hombre, más se encienden los alaridos de esta gente que pareciera gozar con esta tortura que no termino de entender. He sentido una bocanada de sangre que me ha llenado la garganta y me hizo trastabillar hasta doblar mis patas en la arena. El torero se ha alejado y la gente se ha puesto de pie para aplaudirlo, yo he querido salir de la plaza, pero otros hombres, han llegado para mostrarme sus capas de color encendido que a pesar de querer embestirlas, solo atino a mover mi cornamenta, que ni siquiera logra intimidarlos.

El torero se acerca y ya no puedo ver muy bien. Mi embiste es solo por defensa y empiezo a ver sombras oscuras que me acechan. El torero se ha parado frente a mis ojos, mi instinto me dice que hay peligro cerca, pero mis fuerzas ya no responden. Me he quedado quieto y veo que el torero se está perfilando con su espada. Cuando recupero el aliento cansado y he juntado mis patas, el torero se me vino encima, he tratado de defenderme, he sentido un dolor agudo y profundo que me ha desgarrado las entrañas. Las sombras que me acechan, me marean con sus capas, el torero se pone a pie juntillas, me mira con orgullo, viendo como me desangro por dentro, mientras arriba la gente, grita enardecida, pareciera que celebra mi tortura con retorcido frenesí. Se que me estoy muriendo pero nadie llega en mi ayuda, parece que todos desean que agonice rápido, que muera de súbito, pero no quiero hacerlo y saco fuerzas para no dejarme vencer, pero es en vano, mis patas se doblan y mi cuerpo cae sin remedio sobre la arena.

En mi agonía puedo ver como otros hombres han llegado con implementos medio extraños, me han atado las patas, me han cortado las orejas y también mi rabo, me han ligado a un carruaje y me jalan como una bestia exterminada por toda la plaza, quiero bramar para hacerles sentir que aún estoy vivo, pero es en vano, ya no tengo impulsos, me siento abandonado. En la plaza, se ha quedado el torero que lo llevan en hombros y pasea por entre la muchedumbre, la gente eleva pañuelos blancos, saludando éste tormento, tan inverosímil como injusto. Mientras yo, con lo poco de respiración que me queda, solo puedo percibir que los hombres, me han llevado presurosos hacia un lugar que huele a sangre y a muerte extrema. En mi expiración encuentro el rostro de un hombre que me mira con desidia y pierdo la mirada en la profundidad de sus ojos. Ya no recuerdo mas, solo he visto una sombra negra aparecerse frente a mis ojos, no se quien sea, pero ya no siento dolor alguno, ya no veo nada, ya no siento nada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena metáfora amigo y que bien le hace este tipo de historias personales a la buena causa de erradicar esa masacre inhumana que son las corridas de toros. No se puede entender que clase de placer se puede encontrar en un circo romano donde se despedazan a un pobr animal indefenso.
Mucha suerte amigo Librano, lo voy a seguir en la blogosfera porque no había encontrado alguna forma de que alguien haga empatía con el toro, todos siempre hblan del torero.
Muy bueno so posteo

ABAJO LA CORRIDA DE TOROS

Anónimo dijo...

Desde que tengo uso de razón jamás nadie se puso en el lugar del animal y para los que gustan de las corridas, simplemente ya se portan como tales.

En países desarrollados sobre todo españa hay corrientes muy marcadas en contra de la tauromaquia, pero siempre va a existir gente que la apoya y aca en el Perú es una señal de alcurnia o simple forma de codearse con la alta sociedad.
Por eso los políticos y artistas van alli aunque no sepan nada de los que ven y tampoco le encuentren nibgún sentido.
El mundo está cada ve peor, solo hay que seguir a Cristo.

Dios te bendiga

Samuel

Anónimo dijo...

No existe ninguna razón para que los hombre se comporten como animales.

Ojalá algun dia se terminen estas atrocidades asumidas por los hombres, felizmente que ya ha crecido la gente que esta en contra de esta barbarie.

Felicitaciones el post es magnífico