En
estos tiempos de modernidad, ser padres resulta un tema muy complicado, por lo
menos si lo comparamos con aquella época en que nos tocó el papel de hijos. Hoy
al ver que los nuestros se manejan en un mundo virtual y nos obligan a tener que adaptarnos a ese entorno de
comunicación, nos vienen a menudo a la memoria, aquellos tiempos idos,
adormitados en el recuerdo y la nostalgia de como sobrevivimos tranquilamente a
no depender de un smarphone, a disfrutar de nuestra única prioridad que era ser
felices, compartiendo con nuestros viejos o los abuelos. Tiempos sin
tecnología, cuando nuestros juegos infantiles eran en la puerta de la casa,
nuestros días de fútbol eran en los campos de tierra o en esas duras pistas de
cemento donde rompíamos los zapatos. Recordamos los primeros amores, las
primeras tristezas, los desamores y como extrañamos a los viejos que ya no
están con nosotros pero que recordamos por siempre.
Será
por eso que ahora que se avecina el día del padre, al reunimos con los buenos
amigos del trabajo, con quienes suelo compartir la rutina laboral y mi pasión por
el fútbol, recordábamos esos tiempos idos, trayendo tantas vivencias propias con
nuestros viejos y nuestros abuelos, memorias que empezamos a soltar despacito,
al compas de una buena música y un buen trago que hacía amena la charla.
Yo
jugaba al poker con mi abuelo – comenta Enrique-
Era
un tipo muy distinguido, de finos modales, pasaba lindos momentos a su lado, lo
veía con mucha admiración porque me tenía mucha paciencia, yo era un pequeñín
muy inquieto y el abuelo me daba siempre consejos y me contaba muchas cosas que
a mi edad me llamaban mucho la atención. Yo lo buscaba en su cuarto y nunca
tenía un gesto de desagrado cuando interrumpía su siesta. Hoy me siento
orgulloso de llevar su nombre, lo recuerdo con mucha nostalgia, sobre todo
cuando se acerca el día del Padre.
Los
mejores recuerdos que tengo con mi papá son esos programas que veíamos juntos
en la TV –Dice abriendo los ojos y moviendo la cabeza- Todos de actualidad
política y económica cuando yo andaba recién por los 12 años. Con él discutía
de todo un poco, me hablaba siempre con propiedad y yo lo entendía
perfectamente, prácticamente él me convirtió en el economista que soy hoy y le
agradezco de por vida.
–Suelta
un suspiro hondo y sorbe de su copa para cerrar los ojos un instante-
-Ahhhh…
Siempre elegante mi viejo lindo.
Rafael, se acerca a Enrique y posa la mano sobre su
hombro.
-Mi abuelo siempre me hace recordar las tardes de fútbol
–dice melancólicamente- Recuerdo que íbamos a los tripletes de antaño en el
viejo Estadio Nacional, bien provistos con la merienda respectiva, eran casi 7
horas seguidas que pasábamos viendo futbol del bueno. Recuerdo que la última
vez antes que el abuelo cayera en cama con sus dolencias (que sigue batallando)
fue para la Copa América en Lima. Me acuerdo que ganaban los argentinos 1-0 y
se pusieron a pichanguear en una esquina y Adriano los vacunó. –Dice mirando
fijamente a Diego, afanoso hincha del fútbol argentino-
Con mi viejo, recuerdo los fines de semana en Chaclacayo,
subíamos a Chosica para disfrutar de los juegos mecánicos, allí con mis
hermanos nos trepábamos a la montaña rusa y mi viejita se asustaba mucho
mientras mi viejo disfrutaba que sus críos sean tan avezados como él. El fútbol
no fue ajeno para mi viejo, solía jugar de joven y la conocía, aunque guardaba
un deseo de que sea futbolista, a mi me ganaron los números y hasta ahora él se
siente orgulloso de mi decisión. Un grande mi viejito.
-César tú si tienes sangre pelotera, tu hermano fue
futbolista profesional ¿no?- Le pregunta Rafael como pasándole la posta para
que cuente su relato y afloren sus recuerdos.
Mi
viejo era pelotero al mango (exagerado) –Dice César con la sonrisa que ilumina
su rostro moreno- De chibolo recuerdo que siempre me jalaba a todo campeonato
que había en los interbancarios, pero más me acuerdo de ese campeonato de
Catalina Huanca en el Agustino que eran muy bravos, allí los chibolos abríamos jugando
temprano y después jugaban los mayores. Había unos partidos que sacaban chispas
y a veces la sangre nos salpicaba – Dice con sorna y todos sueltan la risotada-
-Todos
hacen un silencio y escuchan con atención-
Con
mi abuelo pasaba mis vacaciones en Ica, que en esa época eran de tres meses
metido en la chacra, la pasábamos rico con mis hermanos madrugando para recoger
el algodón o cosechar el maíz, se trabajaba hasta las 10 am porque después el
sol te mataba. En la tarde nos íbamos al estadio del pueblo a jugar futbol al
lado del rio, luego a perdernos en las cosechas de uvas y mangos. Eran unas
vacaciones que recuerdo con mucho cariño. Por ese viejo me viene la afición a
los gallos de pelea, era muy bravo pero no pudo con el cáncer que se lo llevó
muy rápido –Dice nostálgico escondiendo una lagrima traviesa-
Hay
una pausa silenciosa en la sala y Fernando toma la palabra con esa chispa tan
particular que lo caracteriza
-Mi papá se llamaba Salvador- dice en voz alta- Creo no,
estoy seguro –dice con énfasis- que tuve
el mejor papi lindo del mundo, le decían Don Salvador pero era un bravo. Ante
cualquier injusticia se convertía en Rambo y quebraba harta mitra (cabeza) a
los faltosos.
-Todos ríen con mucha complacencia y celebran los gestos que
hace Fernando cuando hace su relato-
Fui el último de la fila de 12 hermanos, a mi viejo lo
disfruté mucho, fui su bastón y compañero, leíamos la Prensa y el Última Hora
juntos. Jugábamos ajedrez y me contaba cada anécdota de su Alianza de toda la
vida, me paseaba en su camión un Ford Ingles amarillo y nos íbamos a la playa
en una Land Rover toda la familia, incluyendo a Balan y Titina mis fieles
perros. Mi viejo fue peloterazo, la más baja te la ponía por el cuello y tenía
la imagen de un león indomable, pero era más bueno que un conejo cachorro. Me
dejó muchas enseñanzas y recuerdos, su legado hoy se los trasmito a mis amigos y sobre todos mis hijas, a las que
adoro con devoción.
-Fernando
se levanta a servirse un trago y en su camino le toca la barba a Ted, señalando
su polo donde resaltaba el logo de su Banda de Rock. Todos fijan su mirada en
él y el metalero asume la posta soltando la pregunta:
-De
mi padre?-
-Me
acuerdo que me enseño a ir al estadio… A ver aquel Universitario, del cual me
hice hincha hasta el día de hoy. El me enseño a ir a la cancha a practicar
futbol y ahí descubrí que solo servía para el arco. O cuando me enseño a manejar…
En ese Fiat 600 que me regalo. O aquellas salidas de fin de semana con mi
familia, sin decir nada, su única orden era “alístense” y teníamos que agarrar
chompas casacas y ropa de baño, porque nunca sabíamos donde terminaríamos.
Mi
viejo era de esos padres que te castigaban poniéndote a prueba tu razonamiento.
Era muy deportista y a veces se metía a las pichangas que tenía con mis amigos
Le gustaba la buena música, hace poco limpiando mi casa me encontré unos
vinilos de música de los 70’s que nunca supimos que los tenía guardados. Confieso
que he tenido momentos en los cuales lo he recordado tanto que he soñado con él
y me he despertado angustiado creyendo que es verdad.
¿Qué recuerdo más de mi viejo? –Asoma Hernán,
interrogándose a sí mismo-
Apenas terminé la secundaria mi viejo me obligó a
trabajar en su fábrica de máquinas hidráulicas. En lugar de recibir propina
semanal como mis demás amigos del barrio, mi hermano y yo recibíamos un salario
de obrero que era mucho más dinero. Trabajábamos de 7:30 am a 6:00 pm y
regresaba a casa molido. –Dice alzando la voz y con la cara llena de orgullo-
En ese tiempo pensaba que mi viejo era un explotador,
pero con el tiempo entendí que fue por mi bien y se lo terminé agradeciendo,
porque aprendí muchas cosas como operar maquinas, taladros y tornamesas,
cepilladoras, soldadura eléctrica y autógena a operar montacargas.
Pero creo que lo más importante es que aprendí a valorar
el dinero ganado con el sudor de tu frente y su mejor legado fue una buena
educación en una de las mejores universidades del Perú: La Universidad de Lima.
Estoy infinitamente agradecido a mi viejito. El sigue vivito y coleando y a sus
84 años es un sobreviviente del cáncer.
Luis, que hasta ese momento estaba ensimismado escuchando
cada relato, interviene arreglándose los lentes.
A mi viejo aún lo puedo gozar y vaya de qué manera, también
un gran pelotero, era un bravo de Breña y Barrios altos, tenía una guadaña de
aquellas, pero muy elegante para meterte la pierna fuerte como pocos. Lo seguía
en los interbancarios que jugaban en Lince o en Chorrillos. Hasta ahora,
gracias a Dios nos juntamos para recordar esos tiempos que se fueron pero que
Dios nos permite aún disfrutar cada vez que nos reunimos, contando sus
anécdotas y los cachorros son sus hinchas.
Con mi abuelo tengo muchos recuerdos –Acota sonriendo-Con
él era la lectura, la timba y sus cigarrillos LM. Lo máximo el viejo. Cuando
nos juntamos, los nietos son los que más le sacan provecho a sus vivencias.
Daniel suspira hondo antes de efectuar su relato. Tiene
en la cara una mueca de admirada jactancia.
A mi viejo no “le tocó” ser mi viejo sino que él eligió
ser mi viejo.
–Interviene con esa solidez que tiene en sus palabras
para soltar sus conceptos-
No nos unió la sangre sino nos unió el amor. Comenzó a
enamorar a mi viejita cuando yo tenía 3 años y se casó con ella cuando yo
aprendía a darle al balón a los 6. Mi corazón y mis ojos nunca conocieron a
otro padre sino a él. Mi más remoto recuerdo con él, me tiene a mí durmiendo en
sus hombros mientras él caminaba 20 cuadras acompañando a mi viejita para
dejarla en la puerta de su casa.
La vida me negó un padre biológico pero Dios me regaló un
padre en todo sentido: cómplice, amigo y aunque su amor inmenso por el balón no
es correspondido porque la redonda no lo ama a él – todos sonríen con
beneplácito-.nos une la pasión por este deporte, la devoción por la crema y el
amor inmenso por mi vieja.
Miguel mi padre, me dio mucho; me dio hermanos, me dio
una casa, me dio educación, me dio valores, pero sobretodo me dio amor
incondicional. Mi papá me enseñó a ser papá.
Este domingo día del Padre tengo mil motivos para
agasajarlo y darle gracias a Dios porque un día se cruzó en nuestro camino para
completarnos, para alegrarnos, para amarnos…para hacernos felices.
-Todos me miran esperando que tome la palabra y me sonríen
sin decir nada-
Yo tengo el mejor recuerdo de mi viejo, por esas tardes
de fútbol en el estadio, me llevaba casi todas las semanas y me hice un
apasionado enfermizo. Allí conocí mi primer y único amor: Mi Echa Muni, de toda
la vida. Él me llevó a ver al Sporting Cristal y terminé subyugado por el juego
del “Cholo” Sotil. El me acompañaba en mi sueño de ser futbolista, aunque el
dinero escaseaba se las rebuscaba para que tenga siempre un buen par de
chimpunes. De muy chico he podido ver a los grandes equipos y jugadores que
llegaban a Lima, en las temporadas internacionales pues recalaban los grandes
clubes de fútbol del mundo. Pude estar en ese épico partido del combinado
Muni-Alianza que ganó 5-2 al Bayern Munich. Pude ir a las tres veces que Diego
Maradona llegó a Lima y se inició mi eterna devoción por el D10s del fútbol.
Con mi viejo hablábamos de todo un poco, pero siempre
terminábamos hablando de fútbol. Me contaba las anécdotas de Terry, de “Lolo” de
la vez que vio a “Pelé” y que era un eterno admirador de Valeriano López. Me
afectó mucho el día en que decidió partir, en un adiós sin despedida y no tanto
por su muerte, sino por el dolor que la ausencia le provocó a mi madre, su
eterna compañera. El viejo era tan caprichoso que incluso para su muerte,
eligió un día antes del día del Padre, aún recuerdo que mientras todo el mundo
celebraba, yo y mis hermanos estábamos en el camposanto dándole cristiana
sepultura. De eso ya se han pasado casi 10 años, quien lo diría. Aún extrañamos
esa extraña forma que tenía el viejo para hacer la vida simple, para
sobrellevar esa maldita diabetes, que un día se lo llevó para siempre al viaje
sin retorno.
El mundo globalizado que nos gobierna, ha logrado que la
tecnología nos quite ese espacio que teníamos las personas para comunicarnos,
para extrañarnos y reencontrarnos en ese abrazo que lograba transmitir todas
las emociones juntas. Hoya, los tiempos han cambiado tanto, todo eso se ha
variado por un simple emoticon, un saludo copiado del internet y mensajes de
dos líneas acompañado de imágenes paganas, que son más un compromiso vencido,
que palabras sinceras. La tecnología hoy ocupa nuestro lugar ante nuestros
hijos, nuestros amigos y hasta con nuestra propia familia, vivimos atados a un
Smartphone, el facebook es un libro abierto, sabemos la vida de los demás y
publicamos la vida nuestra, sin siquiera vernos con aquellas personas que
extrañamos, con aquellos seres queridos que no vemos y sin poder regresar a
esos lugares que nos vieron crecer de niños
Será por eso que el fútbol y la vida misma estén atados a
un sentimiento y aunque se hayan pasado los años, aquellas vivencias que
tuvimos con nuestros padres y abuelos, sigan permaneciendo en el tiempo, a pesar
de la modernidad y su obligada cesión de voluntades que nos arrastra sin medida.
Valga esta oportunidad valiosa que tuvimos los buenos amigos de siempre, para
juntar nuestros cuerpos y coincidir nuestros sentimientos, dejándonos llevar
por la nostalgia y recordar un cachito en este día tan especial, aquellas
vivencias que unieron el fútbol y la vida misma, como una película, con los
protagonistas principales, nuestros padres y abuelos, nuestros queridos viejos.