viernes, 25 de enero de 2008

Devaneos insensatos

Ella dice que me ama, pero yo creo que en el fondo, solo me quiere. Ella dice que me necesita, pero yo creo, que aunque no lo reconoce, solo necesita de alguien, que quizás no sea yo. Ella me demuestra que soy importante en su vida, pero en ocasiones, me hace sentir tan pequeño y menoscabado. Ella juega muchas veces con mi paciencia, porque sabe, que a pesar de todo, de los dos, soy quien cede más. Yo le digo: El amor es entrega y despojo de muchas cosas de uno mismo. Ella me dice: El amor es sentirse amada y sobre todo importante. Yo pienso que el amor, tiene que ver con la libertad y el respeto del espacio ajeno. Ella piensa que el amor, es posesión al extremo y que, quien ama, le pertenece en cuerpo, alma y espíritu. A veces siento, que ella cree, que le corresponde, hasta mi propio pensamiento.

Ella me mira con extremado amor (mucho mas del que creo merecer), pero a veces, cuando explota su tolerancia, me clava la misma mirada, pero con enojo desmedido. Ella es linda cuando sonríe y se hace querida, pero resulta detestable, cuando intenta controlar mis sentidos. Ella es apasionada cuando ama y entregada con sus emociones, pero muy rencorosa cuando se siente traicionada. Yo, en el amor, soy un caballo desbocado, mi carácter es como un volcán impredecible, pero siempre es ella, con su amor infinito, quien endereza las riendas de mis sentimientos. Yo, soy un amiguero empedernido y amante de la vida social por excelencia; Ella, es recatada, ermitaña, amante de la soledad y el silencio. Yo, soy un energúmeno descortés, cuando se desatan mis impulsos y ella un huracán, que arremete con furia destemplada y pensamientos violentos.

Ella, fue una niña de modales amables y de familia acomodada; Vivió una infancia feliz y placentera. Yo mordí el polvo de la indigencia extrema, marcando en el pecho, la subsistencia individual; He vivido una infancia feliz, pero atribulada. Ella le puso un tiempo prudencial a su cautiverio maternal y quiso volar demasiado pronto del nido: Yo, siempre fui, un querendón entrañable y empedernido, apegado en demasía al calor, del hogar nativo. Ella marcó la pausa, cada vez que su corazón se sintió entusiasmado y vivió el amor apasionado, desmedido y prolongado. Yo, en cambio, caminé los senderos del amor furtivo, irresponsable y a veces demasiado incomprendido. Ella vino un día a mi vida, cuando mi corazón extrañaba alguna presencia cercana. Yo llegué a su vida, cuando su corazón era arrogante, pero se negaba a sentirse desamparado. Ella, vivió unida a un amor tempranero y dilatado, aún cuando deseaba sentir lo mismo, pero en brazos ajenos y prohibidos. Yo, adormitaba la pasión placentera, cobijando las caricias que encontraba, en cada lugar donde se quedaba a dormir, mi corazón errante y despreocupado.

Cuantas noches se han pasado sin sentirlas, cuantas de ellas han sido de tristeza. Cuantas mañanas despertamos, con ganas de salir volando por la ventana, y cuantas veces, nos entregamos a la pasión, sin mirar el reloj del tiempo. Cuantas veces, al mirarnos a los ojos, no pudimos, decir ninguna palabra amorosa y cuantas veces un beso hizo olvidar, tantas ofensas mutuas. Cuantas veces hemos reído y disfrutado de nuestra alegría y tantas veces terminamos abrazados junto al fuego. Tantas veces dijimos amarnos con delirio y tantas veces cubrí tu voz con un beso. Tantas veces dejamos pasar momentos felices y tantas veces, disfrutamos de aquello que ni siquiera planeamos compartirlo. Tantas veces te has quedado dormida entre mis brazos y tantas veces he huido, dejándote un beso en la frente, para poder mirarte cuando duermes. Cuantas veces, hemos llegado a herirnos con palabras y cruzado nuestras miradas indiferentes. Cuantas veces, nos hemos fundido en un abrazo, sollozando arrepentidos, cada uno en silencio.

No sé que guarde el destino para nuestras vidas, tampoco cuan largo se haga el camino para encontrarnos con los rostros felices. No sé cuanta hierba debe crecer en aquel parque, ni cuanto debe vivir el árbol de roble, donde dejamos nuestros nombres. No sé cuan grandioso sea el sentimiento, para aguantar nuestras vivencias y cuan fuerte nuestro corazón, para sobrellevar, estos devaneos insensatos. No se cuan grande sea este amor, como para morirse de tanto aburrimiento y renacer cuando lo creímos olvidado. No se cuanto dure este pensamiento melancólico y tampoco la razón por la que me asusta tanto.

viernes, 4 de enero de 2008

El gran susto de padre primerizo

Ya era tarde, la fiesta estaba en su esplendor. Nadie quiso que esperando el taxi, mi esposa sufriera un desmayo, tampoco que no tenga un teléfono cerca y menos acordarme del número para llamar a la ambulancia.



En una calle de muchas cuadras, la caseta del sereno, era lo mas cercano, sobre su mesita estaba su gastada Páginas Amarillas, sin las hojas de los planos, pero igual de útil. Cuando los paramédicos, dijeron que era un desmayo normal, pensé en la angustia vivida, en esa calle solitaria y con mi esposa de seis meses de embarazo, para mi primer hijo.